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Organizaciones de Derechos Humanos advierten que varios de los anuncios de Donald Trump este 20 de enero, en su investidura podrían borrar años de logros en inclusión y diversidad. Ya lo había dicho durante su campaña presidencial, y repetido en múltiples ocasiones antes de asumir el cargo, pero esta vez, Donald Trump afirmó en el Capitolio y frente a millones de espectadores en televisión que durante su Administración “solo habrá dos géneros” en Estados Unidos, "masculino y femenino". Una amenaza que apela directamente a la población trans del país y también a las personas que se identifican como no-binarias y que pone en peligro los logros alcanzados en Estados Unidos. "A partir de hoy, la política gubernamental de Estados Unidos es que hay solo dos géneros: masculino y femenino", afirmó Trump luego de juramentar como presidente. Además, sentenció que pondrá fin “a la política gubernamental de intentar diseñar la raza y el género en cada aspecto de la vida pública y privada”. Una referencia directa a lo que él ha denominado como la “agenda woke” (una forma despectiva sobre ideas progresistas), a la que promete destruir. Pero, lo que más preocupa a grupos que luchan por los derechos de la población con identidades de género diversas es que las palabras de Trump parecen no quedarse en enunciaciones vacías, el mandatario ya adelanta la firma de enmiendas para concretarlas. Polémica por la enmienda que firmará Trump En la mesa del presidente le esperan documentos que podrían afectar profundamente a la población trans y no binaria en Estados Unidos. Según un funcionario de la Administración entrante, Trump firmará una orden ejecutiva que establece que el Gobierno federal solo reconocerá dos sexos: masculino y femenino. Según informó un funcionario de la Administración entrante, la orden de Trump podría restringir el acceso a la atención médica de afirmación de género y limitar la participación de mujeres trans en competencias deportivas. En cuanto a atletas, afirmó este domingo que actuaría en su primer día para detener la participación de atletas trans en los deportes femeninos. Además, la enmienda de Trump podría derivar en que solo se reconocerán dos sexos en documentos oficiales como pasaportes y visas, según indicó una fuente a AFP. Unas decisiones que podrían afectar profundamente los logros obtenidos por la población trans en ese país. Justamente, la ONU asegura que uno de los abusos de los Derechos Humanos contra las personas trans incluyen la “falta de reconocimiento legal de su identidad de género”. Según AP, la orden también bloquearía los requisitos en las instalaciones gubernamentales y en los lugares de trabajo de que se haga referencia a las personas trans utilizando los pronombres que se alinean con su género. La fuente aseguró que Trump emitirá otras órdenes ejecutivas que recortarán programas de diversidad, equidad e inclusión "muy pronto". ¿Trump iría más allá que en su primer mandato? Un elemento que preocupa a los activistas por los derechos LGBTIQ+ es que Trump ya dio indicios de sus programas en su primera Administración y temen que vaya más lejos. Trump ha prometido que firmará una orden ejecutiva para poner fin a los derechos de las personas trans en el Ejército del país y también en las escuelas. También, tal como muestra Reuters, en un video de campaña en 2023, Trump dijo que en su primer día en el cargo revocaría las políticas de la Administración Biden que brindan información y recursos a quienes buscan atención médica para que puedan alinear sus cuerpos con el género con el que se identifican. Esa atención puede incluir terapia hormonal y cirugía. La imposibilidad de acceder a estos tratamientos atenta contra los derechos de las personas que no se definen con el sexo con el que nacieron y que recurren a cirugías o a tratamientos hormonales para poder transcisionar al sexo con el que se identifican. Aunque no todas las personas hacen uso de estas cirugías, podría afectar a las personas que desean hacerlo. Aun así, analistas predicen que es casi seguro que las políticas enfrentarán desafíos legales. Por otro lado, David Stacy, vicepresidente de asuntos gubernamentales de la Campaña de Derechos Humanos, aseguró en diálogo con Reuters que Trump parece estar poniendo en su gobierno "a más gente que cree firmemente en intentar borrar a las personas trans de la sociedad y de su capacidad para funcionar en ella". "En ese sentido, esta es una Administración mucho más peligrosa que la primera", afirmó. Sin embargo, Stacy augura: "Habrá una oposición significativa por parte del público y… sé que no lograrán todo lo que esperan lograr, pero pueden causar mucho daño"- https://www.france24.com
Georgina Epiayú busca con sus delgadas y curtidas manos en su bolso de tela. Remueve impacientemente el contenido hasta encontrar y mostrar su DNI —o cédula, como le llama ella— al entrevistador a través de la pantalla del celular. Señala la “F” que aparece debajo de la categoría “sexo” en el documento. Dice que conseguir esa letra en la identificación le costó 45 años de trámites e insistencia. Con unos ínfimos ingresos económicos y una soledad que la hace más vulnerable a su edad, Epiayú, de 72 años, la primera mujer trans wayuu registrada civilmente como mujer, siempre ha priorizado su objetivo de ser reconocida oficialmente como mujer. “Me mantengo con fuerzas porque necesito trabajar para poder comer y sobrevivir”, expresa Epiayú en una farmacia de Uribia, tierra de la etnia wayuu, y conocida como la capital indígena de Colombia. Este municipio de La Guajira, en la costa norte del país, es la urbe más cercana a su aldea, cuyo nombre pide no mencionar por la transfobia imperante en la región. La botica donde se realiza la entrevista es propiedad de un amigo de Epiayú, quien hace de traductor, porque la entrevistada prefiere hablar en wayuunaiki, a pesar de que también habla español. Mientras que el teléfono para la videollamada lo provee Beto Rosero, productor del documental Alma del desierto (2024), película que registra el viaje de su protagonista para ser reconocida por el sistema como mujer, y que enseña las implicaciones de su asunción como mujer trans: la desaprobación de su comunidad, el abandono de sus hermanos y la consiguiente delicada situación económica. De acuerdo con su certificado de nacimiento, Epiayú nació el 31 de diciembre de 1952 con el nombre de Jorge y solicitó su cédula como Georgina por primera vez en 1975, a sus 23 años. “Empecé mi transición tarde, pero esto es lo que siempre seré; siempre he sido así”, cuenta en una parte de la película, que se estrena comercialmente el 30 de enero en Brasil y 1 de mayo en Colombia. Realizó más de cinco solicitudes a lo largo de casi cinco décadas, hasta que en 2021 se convirtió en la primera mujer trans wayuu reconocida por la Registraduría Nacional de Colombia. El país avanzó significativamente en el reconocimiento de los derechos de los miembros de la comunidad LGBTI con el Decreto 1227 de 2015, que simplificó el trámite para el cambio de nombre y sexo en los documentos de identidad al eliminar la necesidad de procesos judiciales o diagnósticos médicos. Precariedad económica La lucha de esta septuagenaria por obtener una escritura pública no se limita a una causa de dignidad, sino que representa un requisito imprescindible para acceder a sus derechos ciudadanos, entre ellos el seguro médico y el subsidio para alimentos. Este problema atraviesa a muchos wayuu, un pueblo binacional cuyo territorio está entre Colombia y Venezuela, poco familiarizado con la burocracia del Estado y que debe enfrentar la barrera idiomática. “A lo largo de ocho años de grabación, vimos que no tienen documentación, no hablan español y están a merced de algún alma caritativa que les ayude a gestionar o ir a la ciudad y, con un poco de suerte, avanzar en su trámite (...) La comunidad está abandonada porque no pueden expresarse en español y eso hace que estén marginados del sistema”, comenta la directora de Alma del desierto, Mónica Taboada-Tapia. Taboada-Tapia fue ese “alma caritativa” para Epiayú, no solo por su asesoría legal para conseguir su identificación, sino por el apoyo económico que le presta regularmente. La donación, dice, se destina principalmente a abastecer su tienda en el pueblo, donde vende arroz, azúcar, confites, galletas, manteca, fósforos, maíz, chinchorros —como se les dice coloquialmente a ciertas hamacas en esta zona de Colombia— y mochilas artesanales. “Es de mucha ayuda lo que manda Mónica, con eso puedo subsistir y pagar mis expensas. Antes me tocaba venir a Uribia a planchar y lavar. Las fiestas las pasé bien, pero tengo muchas necesidades”, asegura Epiayú en la entrevista, entre constantes lamentos por su situación económica. Está vestida con un sombrero para el sol, un vestido, aretes, collares y zapatillas deportivas. Es de respuestas cortas, cerrada a preguntas sensibles, y en un momento de la entrevista decide no responder más. Por ello sorprende cuando en el documental se sincera y dice que “se entregó a un solo hombre”, quien le “construyó una casa, pero después se casó” con otra mujer. Para la directora Taboada-Tapia, Epiayú es fuerte pero tierna: “Es una persona juguetona, le gusta estar haciendo chistes todo el tiempo. Muy pocas personas soportan lo que ha pasado. Su cualidad más importante es su fortaleza admirable. Pasó de ser una víctima a una sobreviviente. Da esperanza a muchas personas”. La cineasta la conoció en una entrevista televisiva en 2016. Fue tanta su fascinación por su historia que ese mismo año comenzó la producción y rodaron durante una semana. En 2017, grabaron otros siete días, y el resto de los 31 días de rodaje se repartieron entre 2019 y 2022. De ese tiempo de trabajo nació una cercana amistad entre directora y protagonista, con contactos mensuales: “Siempre tenemos una conversación muy fraternal”, asegura la realizadora audiovisual. En total, fueron nueve semanas de filmación cuyo resultado es un acercamiento a una vida solitaria. Ante el rechazo de su entorno y de sus hermanos —”No tenemos hermanas. Lo único que te diré es que somos tres hermanos“, dice uno de ellos en el filme—, Epiayú se tuvo que trasladar de otra ranchería, como le dicen a las aldeas en esa zona de Colombia. Transfobia en la comunidad El viaje de un pueblo a otro a través de ese infinito desierto del norte de La Guajira que se pierde en el horizonte es el motor que hace avanzar Alma del desierto. “Hay muchas personas de la comunidad LGBTI en la nación wayuu, pero solo conozco a Georgina entre las personas trans. Sin embargo, la comunidad es algo sexista, las mujeres de la comunidad lo saben: hay machismo. Y los hombres pueden tener todas las mujeres que puedan mantener”, asegura Taboada-Tapia. No obstante, insiste en que no es un problema exclusivo de los wayuu, ni siquiera de Colombia, sino que atraviesa toda Latinoamérica. “Los discursos de multimillonarios y nuevos gobernantes que están ensañados en atacar a la comunidad trans ayudan a la construcción de una transfobia. No entiendo esta ola populista en campaña contra los derechos de estas personas”, lamenta.
La ley fue aprobada con 218 votos a favor y 206 en contra, reflejando la realidad política y social de un país partido en dos, aunque las últimas elecciones han servido para dejar claro que la mayoría de la población está en contra de las identidades trans. El proyecto de ley, presentado por el congresista republicano Greg Steube, de Florida, modifica el Título IX, una normativa federal de 1972 que prohíbe la discriminación basada en el «sexo». Según el texto del proyecto, se establecerá que la definición de «sexo» en el contexto deportivo corresponde a la «biología reproductiva y genética al nacer», excluyendo así la autoidentificación de género como criterio válido. En concreto, el proyecto señala que «será una violación […] para un beneficiario de asistencia financiera federal que opere, patrocine o facilite un programa o actividad deportiva permitir que una persona cuyo sexo sea masculino participe en un programa o actividad destinado a mujeres o niñas». Antes de las elecciones de 2024, los republicanos ya habían atacado a los demócratas por el tema trans, especialmente en lo que atañe a la juventud y los deportes, aprovechando una guerra cultural más amplia alrededor de los derechos LGBTIQ+. El grupo de defensa por los derechos civiles Equality California calificó el proyecto de ley como "otro esfuerzo más para negar a los jóvenes trans la dignidad y el respeto que merecen. Este proyecto de ley expondría a menores al acoso y la discriminación, alentando a otros a cuestionar el género de aquellos que no se ajusten a una visión estricta de cómo deberían vestirse o lucir». La ley ahora deberá enfrentar un difícil camino en el Senado, donde los republicanos cuentan con una mayoría de 53 escaños frente a 47 demócratas, pero necesitarán sumar el apoyo de al menos siete senadores demócratas para superar el filibusterismo y enviar la ley al despacho presidencial. En todo caso, parece que antes o después la ley será aprobada. Por su parte, el presidente electo, Donald Trump, ya ha anunciado que tomará medidas ejecutivas en su primer día en el cargo para abordar este asunto, prometiendo «detener la locura transgénero» y asegurando que trabajará para mantener «a los hombres fuera de los deportes femeninos». https://www.infocatolica.com
Después de X y Meta, Amazon. La compañía de Jeff Bezos ha suprimido los compromisos de proteger los derechos de las personas negras y LGBTQ+ y Trans de sus políticas corporativas. La medida está dentro de la política de reducción de los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) de la compañía, líder mundial en el mercado minorista. En un memorando del 16 de diciembre de 2024 a los empleados, la vicepresidenta de Experiencias y Tecnologías Inclusivas de Amazon anunció que la empresa eliminaría gradualmente “programas y materiales obsoletos”, lo que incluye reducir algunos de sus esfuerzos de diversidad e inclusión. The Washington Post ha referido que Amazon ha eliminado de su página las secciones tituladas “Equidad para las personas negras” y “Derechos LGBTQ+”, junto con todas las menciones al término trans. Las menciones a la equidad y los derechos han pasado a formar parte de un epígrafe genérico. A principios de enero, la caricaturista ganadora del premio Pulitzer, Ann Telnaes, renunció a su trabajo en el Washington Post por la decisión editorial de no publicar una viñeta en la que aparecían varios oligarcas, entre los que se reconocía a Bezos, rindiendo pleitesía a una estatua posiblemente de Trump. Bezos es el propietario del Post y una de sus decisiones durante la campaña electoral fue impedir que el periódico se posicionase oficialmente a favor de Kamala Harris.
Samanta Flores nació en el estado de Veracruz, pero pronto cambió la calma de los limoneros por las fiestas clandestinas del DF. Allí descubrió su verdadera identidad y su vocación solidaria. Mientras luchaba contra la pandemia del VIH se convirtió en una auténtica celebridad que incluso ha llamado la atención de las grandes marcas de moda. Si lo deshojamos de esa tonadilla mariachi que rinde pleitesía a la hermosura de las mujeres, al galanteo milenario, a la ronda de noche bajo el balcón de la novia de turno, México sigue siendo una caldera de machismos a punto de estallar. De enero a noviembre de 2024 se registraron en el país azteca 2.409 asesinatos violentos de mujeres. Por eso, el caso de Samanta Flores es una auténtica proeza en mitad de la pesadilla de balazos y cuchillos: a sus 93 años es tal vez la persona trans más longeva del mundo. Y lo es en un país donde las mujeres trans son víctimas de un odio de ida y vuelta, y donde en algunas zonas apenas alcanzan los 25 años de media. Desde bien niña, la vida de Samanta se ha ido abriendo paso entre las estadísticas, como un milagro, a raíz de su infancia feliz en la pequeña ciudad de Orizaba, en el estado de Veracruz, rodeada de guayabos y limoneros. «A mi padre ni siquiera le importó que cuando era niño quisiera hacer ballet. Así de maravilloso era mi padre», reconoce orgullosa. Sin embargo, las estrecheces del pueblo la obligaron a hacer las maletas y dejar sus orígenes atrás. «Estudié para contador público en la Escuela Bancaria y Comercial, pero aquello, lógico, no era lo mío», dice. Así que se mudó primero a Los Ángeles, donde regentó un bar gay y tomó contacto por vez primera con el colectivo, y más tarde a México DF, donde descubrió su verdadera identidad y hoy es una auténtica socialité. Así explica Samanta ese descubrimiento: «En el año 64, una amiga trans muy famosa en todo el país, Xóchitl, empezó a hacer fiestas en su casa, y la única condición era que nos vistiéramos de mujer. Ella era la reina y nosotras sus damas de honor, como su corte». Aquellas fiestas llenas de celebrities y gente bien, a caballo entre el cabaret clandestino y la libertad desaforada, fueron limando el personaje de Samanta. «Había que elegir un nombre, y yo había visto la película Alta sociedad, donde Grace Kelly interpretaba a Samantha, que tenía el doble juego de Sam, nombre masculino, y así decidí llamarme». Lo que ocurrió después es que los chicos, cuando le pedían una cita, siempre la preferían como Samanta -«me halagaba tanto»-, y lo que había comenzado como un juego de travestismos terminó por imponerse a la realidad. No fue hasta 2012, sin embargo, cuando en México se permitió el cambio de género registral. «Era mucha bronca, había que presentar dos exámenes carísimos, pero los pasé. Aunque yo ya llevaba mucho tiempo viviendo como una mujer». Una mujer que, a sus 93 años, nunca ha soltado la bandera de la solidaridad. Primero braceando contra la violencia hacia las mujeres y contra la pandemia del VIH en los años 80 -«cuando murió mi vigesimoquinto amigo dejé de contar, porque solo me atormentaba, pero debieron de ser más de 300 los que se quedaron en el camino», explica-, y más recientemente contra otra pandemia: la de la soledad del colectivo LGTBI. Fue así como fundó, en los preliminares de la pandemia, un centro para mayores del colectivo en el barrio de Álamos del DF. Bajo el nombre de Vida Alegre, este edificio pintado de azul cegador se convirtió en un refugio en el que combatir las soledades: «Al principio era para el colectivo, pero de pronto empezaron a venir también mayores heterosexuales que necesitaban compañía». Gracias al trabajo de los voluntarios y al empeño de la propia Samanta, que cada día pasaba revista, Vida Alegre se convirtió en bálsamo y motor de la vida del barrio. Hasta que el Covid les obligó a echar el cierre. Pero Samanta no se rinde, y mientras busca la oportunidad de reabrir y resucitar el espíritu del centro, sigue lanzando aquí y allí su mensaje «de empatía y convivencia». Y dejándose sorprender por la vida a cada momento. Como cuando hace un tiempo, en una fiesta, una chica se le acercó y le propuso ser imagen de una firma de moda. «Depende, dijo ella». Así se fraguó una colaboración con Gucci, nada menos, que elevó a Samanta a los altares de la alta costura. «Jamás pensé, ni en sueños, que una señora de mi edad, trans, iba a lograr algo tan grande en el país de los machos, donde nos matan. Pues lo he conseguido». https://www.elmundo.es
Una joven mujer trans, cuyo nombre es Sofía Larghi, de 27 años, logró un fallo judicial histórico que le permitirá congelar su esperma para poder ser madre en el futuro. La decisión, emitida por la Cámara Federal de La Plata, Buenos Aires, no solo amparó a Sofía, sino que también estableció jurisprudencia con perspectiva de género en el país. El deseo de maternidad y la interrupción de las hormonas Sofía comenzó su transición hace dos años, cambiando su nombre e iniciando una terapia hormonal. Sin embargo, tras siete meses de tratamiento, despertó en ella un fuerte deseo de ser madre. Según reveló el sitio TN.com en un documental hecho sobre su vida, una consulta médica le reveló que las hormonas podrían reducir o detener irreversiblemente la producción de espermatozoides, impidiéndole tener hijos biológicos en el futuro. Ante esta situación, Sofía tomó la decisión de interrumpir temporalmente su tratamiento hormonal para preservar su fertilidad. La batalla legal por la criopreservación Con el objetivo de preservar su fertilidad, Sofía solicitó a su obra social la cobertura para la criopreservación de espermatozoides, un procedimiento que le permitiría utilizar sus espermatozoides en el futuro mediante técnicas de reproducción asistida. Sin embargo, le rechazaron su pedido.
"Yo nena, yo princesa", balbuceó a los 2 años Luana, cuando su mamá le preguntó qué hacía jugando con unos vestidos de nena. "Hubo situaciones extremadamente violentas en el jardín de infantes en esos dos años", le dice a la BBC Gabriela Mansilla, la madre de Luana, quien desde 2009 acompaña en el proceso de afirmación de género a su hija. "El momento donde todo comenzó a cambiar fue cuando ella no solo me dijo que era una niña, sino que había elegido su propio nombre: Luana", recuerda la madre. Unos años más tarde, en 2013, Luana consiguió cambiar su nombre en su identificación personal (DNI), necesario para votar, casarse, conseguir un trabajo y para ser atendido por un médico. El hecho de haber conseguido su cambio de género, con solo 6 años de edad, la convirtió en una de las primeras niñas trans del mundo en tener una cédula oficial acorde a su identidad de género sin necesidad de que el trámite pasara por la justicia. "Mis recuerdos no son tan agradables ni alegres porque Luana sufrió mucho. No entendíamos lo que le pasaba cuando era pequeña. Los recuerdos que tengo son de su llanto incesante, de no poder dormir, de sus autolesiones, hasta que pudo ponerlo en palabras", recuerda su madre, Gabriela. Recién cuando Luana pudo decírselo, con solo 2 años, empezó a mejorar la situación para la pequeña. Gabriela se recrimina el hecho de no haber podido escuchar antes el mensaje que transmitía su hija. "No podía creer lo que estaba diciendo en ese momento", recuerda la madre de Luana sobre la etapa "difícil para la familia" en que la niña empezó a identificarse como mujer. Fue ahí que empezó un recorrido largo, que implicó la revisión de médicos, psiquiatras, psicólogos y neurólogos en un intento de reafirmar su masculinidad, consultas que empezaron a ser parte de su vida. Fue entonces cuando la niña finalmente dijo: "Mi nombre es Luana". Desde ese momento, hace más de 15 años, Gabriela buscó la manera de acompañar el recorrido de su hija como una niña trans. Es decir, una niña cuya identidad de género no coincidía con el sexo asignado al nacer. "Creo que lo que nos salvó fue simplemente escuchar a Luana y abrazarla. El amor que siento por mi hija fue lo único que salvó esta historia, porque dejé de escuchar a todos y comencé a escucharla a ella", sostiene.
Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, ha generado una intensa controversia con su reciente actualización de políticas de moderación. Estos cambios, introducidos bajo la dirección de su CEO, Mark Zuckerberg, han permitido que ciertos comentarios discriminatorios hacia personas homosexuales y trans, como llamarlos "enfermos mentales", ya no sean considerados como violaciones de las normas comunitarias. La decisión ha desatado un fuerte debate en torno a los límites de la libertad de expresión y la responsabilidad de las plataformas digitales. ¿Qué busca Zuckerberg con estos cambios? La decisión de flexibilizar las políticas de moderación de Meta surge en un contexto de tensiones políticas y estratégicas. Como señala Wired, Zuckerberg parece estar buscando un equilibrio entre satisfacer a los sectores más conservadores de Estados Unidos y mantener la base de usuarios más progresista que ha caracterizado a sus plataformas en los últimos años. La relación entre Zuckerberg y Donald Trump, el expresidente estadounidense, se ha vuelto un tema central en este debate. En 2021, Meta suspendió la cuenta de Trump tras los disturbios en el Capitolio, una decisión que generó una ruptura con los republicanos. Los recientes cambios en la moderación han sido interpretados por algunos analistas como un intento de reconciliarse con Trump y su base política, especialmente de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Sin embargo, esta decisión tiene implicaciones peligrosas. Permitir comentarios como "los homosexuales y las personas trans son enfermos mentales" normaliza un discurso de odio que puede fomentar la discriminación, el acoso y la violencia contra comunidades vulnerables. ¿En qué consisten los cambios en la moderación de contenidos? Meta ha revisado su política de conducta de odio, lo que permite ahora un margen más amplio para comentarios ofensivos bajo el argumento de fomentar la "libertad de expresión". Esto incluye declaraciones que previamente eran consideradas inaceptables en Facebook e Instagram, como llamar "enfermos mentales" a personas homosexuales o trans entre otras formas de lenguaje discriminatorio. Aunque Meta asegura que estas expresiones no se permitirán si están acompañadas de amenazas explícitas o incitaciones a la violencia, organizaciones defensoras de derechos humanos han señalado que esta distinción es ambigua y que, en la práctica, abrirá la puerta a más acoso y marginalización. El cambio ha provocado una reacción generalizada de rechazo. Activistas y grupos LGBTQ+ han denunciado que Meta está priorizando sus intereses políticos y comerciales sobre la seguridad de sus usuarios. Incluso empleados de Meta han expresado preocupaciones internas sobre el impacto de estas decisiones en la percepción pública de la compañía.
La actriz española trans Karla Sofía Gascón ganó reconocimiento internacional por su papel en la película "Emilia Pérez" y ahora por sus palabras llenas de empoderamiento durante la edición 82a de los Globos de Oro, celebrados este domingo 5 de enero. En la ceremonia, llevada a cabo en el Beverly Hilton Hotel de Beverly Hills, California, la cinta "Emilia Pérez" recibió el premio a la Mejor Película de Habla No Inglesa por su ficción sobre un personaje trans, por lo que el director Jacques Audiard cedió la palabra a Gascón. Vestida con un atuendo naranja de Saint Laurent, inspirado en los monjes budistas, Gascón expresó: "La luz siempre vence a la oscuridad" y alentó a la audiencia a levantar la voz y decir “Yo soy quien soy, no soy quien ustedes quieren que sea".
El asesinato de Kesaria Abramidze fue un mazazo para la comunidad LGTBIQ+ de Georgia. El pasado 18 de septiembre, la modelo y presentadora trans fue apuñalada repetidas veces. Los vecinos hallaron su cuerpo sin vida en medio de un charco de sangre. El autor confeso, detenido y que se enfrenta hasta a 20 años de cárcel, era su expareja, un joven de 26 años con el que —según había escrito la víctima en redes sociales unos meses antes— mantenía una “relación tóxica”. Si ella, una de las personalidades más famosas del país caucásico, no había podido evitar este fatídico final y —según escriben algunos medios locales— las fuerzas de seguridad no habían prestado atención a sus denuncias, ¿cómo van a sobrevivir los restantes miembros de la comunidad al creciente ambiente de odio que se abate sobre Georgia?, se preguntan activistas y gais, lesbianas, trans y el resto de la comunidad del país caucásico. Solo 24 horas antes del brutal crimen, el Parlamento georgiano había aprobado la “Ley de Valores Familiares y Protección de los Menores”, un texto draconiano que prohíbe toda manifestación pública de lo que pueda ser considerado “propaganda” LGTBIQ+. “Las políticas de odio tienen graves consecuencias: opresión, marginalización y violencia contra el colectivo. El asesinato de Kesaria Abramidze no se puede entender sin el pesado contexto que lo rodea”, denunció el Centro para la Justicia Social de Tbilisi. Pese a que la sociedad georgiana es mayoritariamente conservadora, la legislación liberal aprobada durante las últimas dos décadas había hecho florecer a la sociedad civil; decenas de grupos de derechos o implicados en diferentes cuestiones sociales habían surgido y echado raíces. Tbilisi se convirtió así en la capital libre de la región: un punto de reunión para los pacifistas de Armenia y Azerbaiyán; una residencia para los exiliados de las autocracias vecinas; un espacio seguro para lesbianas, gais, bisexuales y personas trans. “Aunque era lento, había progreso. Organizábamos festivales, conferencias. Las políticas estatales fueron actualizadas y se añadieron menciones a la diversidad sexual. Trabajábamos en la formación de policías”, rememora Mariami Kvaratskhelia, cofundadora de Tbilisi Pride y líder del grupo activista Queer Initiative: “Personas LGTBIQ+ de Irán, Líbano, Armenia, Azerbaiyán, Chechenia... venían a vivir aquí porque se sentían más libres, más seguras”. Ya no. Cientos han huido de Georgia en los últimos años y más van a hacerlo si se confirma en el poder el actual Gobierno del partido Sueño Georgiano tras las elecciones del pasado octubre, que la oposición se niega a reconocer porque las considera fraudulentas. La formación dirigida por el oligarca Bidzina Ivanishvili ha emprendido un giro ultraconservador copiado a Rusia y Hungría que ha puesto en la diana a las personas que se alejan de lo heteronormativo. “En 2021, los políticos y dirigentes ligeramente más progresistas abandonaron Sueño Georgiano y vimos un cambio hacia postulados y políticas derechistas. Y, a partir de 2023, se hicieron realmente radicales”, explica Kvaratskhelia. Hay diversas razones para este cambio, según a quien se pregunte: el acercamiento del Gobierno a la Rusia de Vladímir Putin, congeniarse con la influyente iglesia georgiana o -según la activista- cambiar el foco del debate hacia nuevas narrativas que le permitan mantenerse en el poder. La cuestión es que se empezó a hablar, día y noche, de la necesidad de proteger a las familias y niños de la “nociva propaganda LGTBI”. “Se retiraron las menciones a esta comunidad de todos los documentos de políticas públicas, se prohibieron nuestros actos y la policía dejó de protegernos”, afirma Kvaratskhelia. Ese año 2021, Tbilisi Pride y otras organizaciones convocaron una marcha del Orgullo en la céntrica Avenida Rustaveli. Pero fueron atacados por los militantes de Alt-Info, un canal de extrema derecha devenido formación política y al que se acusa de estar financiado por Rusia. Anna Tavadze, activista queer y miembro del movimiento Shame -otro de los organizadores- estaba allí: “Fue horrible, brutal. Empezaron a agredir a los periodistas, más de 30 resultaron heridos. Perseguían a los activistas de un lado a otro, y se marcharon a atacar las oficinas de Shame y de Tbilisi Pride. La policía no hizo nada por detenerlos”. El entonces primer ministro, Irakli Garibashvili, dijo que aquello era “inaceptable para la mayor parte de la sociedad” (la marcha del Orgullo, no el ataque). Así que al año siguiente el Orgullo se celebró en un recinto apartado del centro, bajo fuertes medidas de seguridad. En 2023, intentaron replicar el festival de 2022, incluso invitando a diplomáticos extranjeros como medida de seguridad: pero los matones de Alt-Info volvieron a aparecer, destrozando los escenarios y prendiendo fuego al material. “Los policías dejaron a la contramanifestación acercarse tanto que de repente empezaron a lanzarnos botellas y piedras y me dije, si no escapo me matan. La policía empezó a gritar que evacuásemos, así que nos dimos cuenta de que era un plan para permitir a Alt-Info atacar el festival”, sostiene Tavadze: “Ninguno de los implicados han sido juzgados, lo cual lanza el mensaje de que si agredes a la gente queer no recibirás ningún castigo”. Este año, los domicilios de numerosos activistas han sido atacados, entre ellos el de Kvaratskhelia. Un día de mayo, la puerta y todas las plantas de su edificio aparecieron cubiertos de carteles con su cara y su nombre, señalándola como “Activista LGTBI” y “Agente extranjera vendida”. “Además, mi novia y yo hemos sufrido campañas de acoso online y a mi padre, que está enfermo de cáncer, le han llamado varias veces para intimidarle y exigirle que deje mis actividades”, relata.