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Antonella ya podrá leer su nombre en el carné de identidad. Es la primera niña trans que logra cambiarlo en el registro civil de los juzgados de Vigo . Ha sido posible tras un segundo intento. Un fiscal se opuso el año pasado después de tardar un año en contestar a la solicitud. Hasta ahora, los menores trans siempre tuvieron las puertas cerradas en el registro civil de Vigo. La interpretación que hicieron los jueces de la Ley de Registro Civil de 1957 siempre jugó en su contra.
«A mi hija le estaban negando su identidad simplemente por la forma de sus genitales, que están completamente sanos y funcionales. Era injusto. No miraron por ella. Creían que podía cambiar de forma de pensar», afirma Inés Fernández, la madre de Antonella. Por eso lloró de alegría cuando recientemente obtuvo una sentencia positiva.
Antonella ha sido la primera viguesa en beneficiarse de la instrucción que el pasado otoño dictó el Ministerio de Justicia para que los registros civiles faciliten el cambio de nombre a los menores trans. La instrucción del Ministerio de Justicia establece que los progenitores o tutores legales de los menores de edad podrán solicitar la inscripción del cambio de nombre, que será atendida en el Registro Civil. Los representantes del menor declararán que éste siente como propio el sexo correspondiente al nombre solicitado de forma clara e incontesble. La solicitud será también firmada por el menor si tuviera más de doce años. Con una edad inferior, deberá en todo caso ser oído por el encargado del registro civil.
Antonella tuvo que entrevistarse durante una hora con la jueza para convencerla de que quería tener un nombre de niña. El reconocimiento supone un paso muy importante en la reafirmación de su identidad «Me dolió cuando el secretario judicial me dijo que no valía para nada. Es algo muy importante para mucha gente», afirma su madre.
Inés tiene cita el jueves para sacar el DNI de su hija. Que ponga Antonella con su documento significa que no tendrá que escuchar un nombre de chico cuando esté a la cola en el médico, que tendrá un pasaporte con su nombre de mujer y podrá salir de la Unión Europea sin tener que dar explicaciones . En definitiva, podrá realizar todas sus gestiones ante la administración con la identidad que siente como propia.
Incomprensión
No ha sido un proceso fácil, dado que se ha encontrado muchas veces con la incomprensión de la administración . «Aquí en Vigo es imposible saltar por encima de ese fiscal. Solo concedía el cambio de nombre a una persona que ya estuviese realizando algún tratamiento hormonal. La ley no permite hacerlo hasta los 16 años y mi hija no ha experimentado ningún cambio», afirma.
Ya a muy temprana edad Antonella enviaba señales de que el sexo que determinado por sus genitales no se correspondía con el que ella sentía como propio. A medida que iba creciendo su hermana pequeña, veía cosas que le gustaban más. «Además de ser muy sensible, desde muy pequeña empezó a vestirse con la ropa de su hermana . Se ponía sus botas, los fulares como si fueran pelo largo. Otra cosa muy común de las niñas trans es meter las piernas dentro de la funda de la almohada como si fueran sirenas. Cuando llegaba a casa y se disfrazaba de Frozen era feliz. Una cosa era Antonella en el cole y otra en casa», afirma su madre.
Una vez su hija le dijo que quería quemarse como hombre y convertirse en una mujer. Una noche se encontraba muy inquieta y le confesó que quería transformarse en un niña. «Le dije cariño, si quieres ser una niña, solo te puede ayudar mamá. Le dije que lo conseguiríamos y esa noche durmió en paz».
Inés empezó a asesorarse y comenzó a dirigirse a ella en femenino. «Mi marido me dijo que estaba clarísimo y lo valiente que era», asegura. «Le cambió el semblante. Desde entonces su cara trasnmitía alegría y paz», afirma su madre.
Antonella es alumna de un colegio religioso, donde su integración a finales del curso 2015/16 «no solo fue perfecta, sino lo siguiente», dice Inés.
Recuerda que el primer día que acudió con el uniforme de niña, poco antes de las vacaciones del verano, iba con miedo. Antonella entró en el centro educativo con dos amigas, cada una de la mano. «Estaba muerta de miedo, pero salió contentísima. La llenaron de regalos, la arroparon un montón», recuerda Inés.
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