Las personas trans pueden competir en deportes federados desde 2004, año en que el Comité Olímpico Internacional (COI), la máxima institución deportiva a nivel internacional, aprobó su participación en los Juegos Olímpicos de Atenas.
Sin embargo, no fue hasta 2020 que las primeras deportistas trans fueron convocadas para competir en unas olimpiadas. Se trataba de Tiffany Abreu jugadora profesional de voleibol de Brasil, y Laurel Habbard, deportista neozelandesa que en enero de ese mismo año se proclamó campeona en la Copa del Mundo de Halterofilia.
Pero llegó la pandemia del coronavirus y el COI se vio obligado a aplazar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Finalmente, este verano podremos ver competir por primera vez en la historia a atletas trans en unos Juegos Olímpicos. Todo un hito en la historia de las personas trans.
Las personas trans todavía sufren la discriminación y los prejuicios de una parte de la sociedad.
En el caso de las deportistas trans, esta discriminación les afecta en el ámbito personal pero también en lo profesional. Según una encuesta realizada en Estados Unidos sobre la participación de personas trans en competiciones deportivas, las personas que tienen una visión tradicional de los roles de género no aceptan a las atletas trans.
El mismo estudio indica que los sectores transfóbicos (independientemente de si son hombres o mujeres) son los que están más en contra de la participación de personas trans. En cambio, aquellos que conocen o han tenido contacto con personas trans se muestran más favorables a ampliar la participación de deportistas en partidos y competiciones oficiales.
Atletas ‘trans’ hablan de su experiencia
La futbolista Alba Palacios fue la primera jugadora trans en estar federada en España. Debutó en 2018 con Las Rozas C. F. después de varias negativas de otros clubes. A lo largo de su carrera se ha encontrado con muchos obstáculos y ha recibido numerosas críticas por la dureza de su juego, por lo que ha tenido que desarrollar una gran fortaleza mental.
Palacios no pudo empezar a competir hasta que su nivel de testosterona fue el mismo que el de cualquier mujer. La futbolista recuerda que el tratamiento de hormonas le provocó efectos secundarios como mareos, sofocos y cansancio, además de hacerle perder potencia.
“La gente opina sin saber de lo que habla. Si alguien quiere saber lo que se siente realmente en estos casos, que esté dos años tomando hormonas y, si le quedan fuerzas para jugar, que me avise”, comenta.
Valentina Berr fue la primera jugadora trans catalana en disputar un partido. Empezó a jugar a fútbol con el equipo masculino del Ripollet en 2008. Diez años después de dejar el deporte, volvió como mujer para realizar su sueño.
El Terrassa le abrió sus puertas desde el principio y, aunque empezó solo entrenándose, después de los trámites oportunos jugó su primer encuentro oficial en la segunda división catalana.
Berr tiene poca esperanza en una sociedad que sigue siendo muy discriminatoria. "No puedo esperar mucha tolerancia porque mis compañeras todavía tienen que manifestarse para pedir respeto", lamenta. Aun así, reconoce que la Federación Catalana de Fútbol y el club le facilitaron mucho las cosas.
Javier Gil Quintana, profesor de la Universidad de Valencia, lleva años investigando las identidades trans en el deporte. En su opinión, el principal problema es que las personas asocian el deporte a la fuerza o la potencia, atributos tradicionalmente masculinos.
"Faltan análisis que demuestren la supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres. Las competiciones separan hombres y mujeres, pero esta no tiene por qué ser la mejor forma de organizar el deporte", concluye Gil Quintana.
Artículo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna. Junior Report publica los mejores contenidos elaborados por estudiantes de periodismo.